jueves, 15 de enero de 2015

Literatura modernista hispanoamericana del Siglo XX

1. LA NOVELA HASTA 1940 
 A comienzos del siglo XX se perciben en la narrativa la huella del 
Modernismo y después el progresivo desvío del mismo y la tendencia, también 
presente en la poesía, a un rechazo del cosmopolitismo, a una búsqueda de lo 
peculiar americano y a una mayor sencillez estilística. 
 La prosa modernista La prosa modernista La prosa modernista se manifiesta sobre todo en el cuento, que se venía 
cultivando desde el premodernismo (Martí, Gutiérrez Nájera, Silva). Rubén 
Darío es autor de varios libros en prosa y de valiosos cuentos de tema 
fantástico con sabor modernista. La atracción por lo decadente y el gusto por 
un estilo preciosista se advierten en los relatos de numerosos escritores 
hispanoamericanos. 
 Leopoldo Lugones es autor de importantes relatos de carácter fantástico, 
con frecuencia basados en el esoterismo, tan de moda entonces. Los reunió en 
volúmenes como Las fuerzas extrañas (1906). 
 Horacio Quiroga escribe, primero bajo la influencia de Poe, Maupassant 
y Baudelaire, cuentos de tono modernista; después, sin dejar de manifestar 
preocupaciones de tipo modernista (la muerte, el horror, la fatalidad, el 
misterio), sus relatos, que muestran la huella de Kipling, se ambientan en la 
selva americana, que se constituye en asunto central de las narraciones. Tanto 
Lugones como Quiroga muestran en sus narraciones el paso del decadentismo 
cosmopolita del Modernismo a la americanización del mismo con la búsqueda
de la esencia del ser americano en lo criollo o en las fuerzas telúricas de la 
Naturaleza americana. La salida del Modernismo en la narrativa 
hispanoamericana se produce, pues, de modo paulatino y conduce a lo que se 
llama novela de la tierra o de la naturaleza. Por otro lado, las convulsiones 
sociales que sacuden América Latina en los años diez y veinte dan también por 
resultado el abandono de la prosa de temas fantásticos o imaginarios, para 
ceder su lugar a una narrativa de carácter social que, o bien se centra en los 
avatares históricos concretos, caso de la novela de la Revolución mexicana, o 
bien, en la novela indigenista, denuncia la situación de marginación de los 
indios en la sociedad criolla poscolonial. 
La novela americana se caracteriza, pues, hasta 1940-45 por una estética 
claramente arcaizante para el período. No hay en principio renovación formal: 
Sus técnicas son básicamente realistas, una herencia de la novela del siglo 
XIX, e incluso a veces con residuos del Romanticismo, muy floreciente allí. Los 
únicos intentos de renovación novelesca son más bien tentativas de renovación 
del lenguaje, generalmente por la vía de la incorporación de elementos 
lingüísticos modernistas, pero sin que se alteren los modos típicos de la 
narración realista: investigación documental, fidelidad a los detalles 
ambientales, cronología lineal, creación de personajes, etc. 
Sí se produce, como ya hemos dicho, una renovación temática, que adapta 
la novela a las realidades más acuciantes y más originales de la realidad 
americana del momento. Se trata, en definitiva, de un realismo muy particular: 
por su naturalismo, por sus resabios de romanticismo (sobre todo en el 
lenguaje) y, fundamentalmente, por sus ingredientes temáticos, cuyo 
denominador común es la presentación de la peculiaridad americana. Esta 
presentación se hará, además, a través del mito y de la leyenda. 
Los temas de la novela realista suelen estar todos presentes en la mayoría 
de las novelas, aunque siempre predomina uno sobre los demás. Muy 
esquemáticamente podríamos distinguir: 
a) La naturaleza, y más concretamente el intento del h La naturaleza ombre de dominar la 
todopoderosa Naturaleza americana, es el tema central de la novela de 
la tierra. Muy relacionados con este tema están la novela de la selva y la 
novela regionalista, que presenta las peculiaridades de cada zona. 
Dentro de la regionalista destaca la novela del gaucho. 
b) Los problemas políticos, sobre todo la inestabilida Los problemas políticos d y los dictadores. La 
tendencia más importante es la revolución mejicana. 
c) Los problemas sociales. Se reflejan las desigualdad Los problemas sociales es producidas por 
una oligarquía asociada a los intereses de las grandes potencias 
extranjeras. Los indios y mestizos aparecen como peones de las 
haciendas o como obreros de las omnipotentes compañías bananeras o 
caucheras. La tendencia donde predomina este tema es en la novela 
indigenista. 
La novela de la selva. Se centra en la descripción de las fuerzas telúricas de 
una naturaleza aún indómita, que con frecuencia aparece como destructora 
para el hombre. Todas estas obras reproducen el conflicto entre civilización y 
barbarie recurrente en la literatura hispanoamericana
mediados del siglo anterior de Civilización y barbarie. Vida de Juan Facundo 
Quiroga, del romántico argentino Domingo Faustino Sarmiento. Era el 
enfrentamiento entre progreso y tradición, entre la burguesía liberal y los 
terratenientes rurales. 

La Vorágine (1924) de José Eustasio Rivera (colomb.) es una impresionante 
descripción de la selva devoradora en un estilo que debe mucho al 
modernismo. En ella se reconstruye el infierno de las plantaciones de caucho 
en la selva amazónica, con lo que también trata el tema social/indigenista. El 
acontecimiento inicial de la historia es la fuga de Alicia, contra la voluntad de 
sus padres, con el joven poeta Arturo Cova. Es raptada y el poeta la busca en 
la naturaleza desbordada de la selva. La alegoría de la selva y su poder infernal 
ocupa tanto o más espacio narrativo que la denuncia social. Los personajes son 
víctimas de una naturaleza más implacable que la sociedad humana. El tono 
del libro es exaltadamente poético. 
Doña Bárbara (1929), de Rómulo Gallegos (venez.) tiene como centro un 
personaje femenino que representa la violencia del mundo virgen americano. 
Detrás de una historia convencional (la disputa por unas tierras entre doña 
Bárbara y Santos Luzardo) la alegoría descubre una lucha mítica entre la 
civilización (la santidad y la luz del antagonista) y la barbarie. La tesis no era 
nueva, pero Gallegos la refleja con una intensidad narrativa que supera las 
debilidades de la trama. Cuando apareció era al tiempo una novela actual 
(ilustraba el problema del latifundio y el caudillaje), novedosa (por buscar en el 
mito y la leyenda sus raíces) y remota, por alegorizar el conflicto en términos 
cercanos a las grandes máquinas alegóricas de la Edad Media. 
En Canal muestra la potencia telúrica de la selva del Orinoco. 
La serpiente de oro, de Ciro Alegría, tiene como tema el río Marañón, que con 
su riqueza inagotable, sus antecedentes míticos y su fuerza amenazadora, es 
para los balseros el símbolo y el centro de su existencia, un mundo donde la 
naturaleza se transforma en destino. 
La novela gauchesca La novela gauchesca. Su origen está en la abundante poesía escrita sobre 
este tema en el XIX, cuya obra cumbre había sido el Martín Fierro de José 
Hernández. 
Ricardo Güiraldes escribe la obra principal de esta Ricardo Güiraldes tendencia: Don Segundo 
Sombra (1926), obra que plasma desde el título su condición alegórica. 
Describe un aprendizaje y un rito de iniciación: el joven Fabio, hijo bastardo del 
patrón, aprende a ser hombre por consejo y ejemplo del gaucho viejo y sabio, 
don Segundo, que en realidad es prototipo idealizado de una especie extinta. 
La estructura no es completamente lineal, y al final de la historia el lector 
descubre que toda ella ha sido evocación de Fabio Cáceres, cuyo presente no 
tiene nada que ver con el pasado relatado como una rememoración nostálgica 
de una realidad desaparecida. Es una narrativa lírica deudora de las estéticas 
vanguardistas. De hecho, los jóvenes ultraístas (con Borges a la cabeza) 
admiraron el libro y consagraron a su autor. 
Benito Lynch escribe Benito Lynch Los caranchos de Florida y El inglés de los güesos (1924), 
obra maestra de la literatura argentina que narra la pasión primitiva e ingenua 
de una muchacha india por un arqueólogo inglés. 
La novela política recoge los problemas políticos (y revolucionarios) de una 
zona en constante inquietud. Destaca la aparición de dos metagéneros: la 
novela de la revolución mexicana y la novela de dictador. La novela de la novela de la 
revolución mexicana, producirá lo mejor de este apa revolución mexicana rtado, muchas veces a 
cargo de escritores no profesionales que narran solo su experiencia propia 
durante la inacabable y conflictiva revolución de México. Las más interesantes, 
Los de abajo, de Mariano Azuela, y más técnicas: El águila y la serpiente y La 
sombra del caudillo, ambas de Luis Martín Guzmán. 
Mariano Azuela introduce el tema de la revolución mejicana en la literatura. Su 
obra mayor, y la más importante de la tendencia, es Los de abajo (1916). La 
estructura mítica de la aventura del héroe (aquí Demetrio Macías, un campesino 
analfabeto que acaba autonombrándose general, con lo que empieza su 
decadencia) ensambla el conjunto de cuadros y episodios verosímiles de la 
historia contemporánea de Méjico. El estilo es sobrio, a ratos áspero y seco, 
muchas veces lacónico, y tiene su origen en la concisión expresiva de la lengua 
propia del reportaje periodístico. 
Martín Luis Guzmán, seguidor de Pancho Villa, escribió sus dos novelas más 
importantes durante su exilio en España: El águila y la serpiente (1928) y La 
sombra del caudillo (1929). 
El ciclo novelístico de la Revolución se prolonga hasta los años cincuenta con 
la obra narrativa de Juan Rulfo, e incluso más tarde con novelas de Carlos 
Fuentes y otros escritores mexicanos. 
La novela de dictador novela de dictador novela de dictador, que no se desarrolla hasta unos años más tarde, tiene 
su precedente más claro en La sombra del caudillo de Martín Luis Guzmán. 
Condensa literaria y anecdóticamente dos momentos políticos de las 
posrevolución y refleja la fascinación por la acumulación de poder, además de 
la frialdad con que se decretaron ciertos magnicidios. El general Ignacio 
Aguirre se rebela contra la decisión del caudillo en el poder de imponer a su 
ministro de gobernación como candidato a la presidencia; la contienda toma 
carices violentos, el general sublevado decide lanzarse a la contienda electoral, 
y con el fin de prevenir una rebelión, Aguirre y sus partidarios son traicionados y 
asesinados por militares al pie de una carretera, sobreviviendo únicamente el 
diputado Axkana, testigo de los hechos. Esta obra es una de las más 
destacadas de la escuela conocida como Novela de la Revolución, e inaugura 
en México la veta de la novela política. La prosa de Martín Luis Guzmán se ha 
calificado como una de las mejores de México. Los arquetipos del general, el 
ministro de gobernación y el diputado anticipan los personajes dictadores de 
novelas posteriores (El otoño del patriarca, Yo, el supremo, el señor Presidente, 
El discurso del método, etc.)
 La novela regionalista regionalista muestra la estructura social basada en una 
oligarquía terrateniente que a su vez se apoya en las fuerzas extranjeras para 
proceder a una explotación intensiva de la tierra y de los grupos sociales 
inferiores, en muchos casos indios, que son alternativamente explotados o 
despojados y expulsados de su tierra natal o a veces simplemente sometidos al 
genocidio. Aparece así el subgénero característico del período, la novela la novela 
indigenista en la que la mezcla de preocupaciones s indigenista ociales se mezcla a la 
búsqueda de las raíces indígenas y a la denuncia de sus problemas. 
El proceso empieza a fines del XIX con Aves sin nido de Clorinda Mato de 
Turner, y prosigue sobre todo con Raza de Bronce (1919) de Alcides Arguedas Alcides Arguedas Alcides Arguedas 
(bolv.), documento social de los indios del yermo, que no son seres inocentes, 
pero sí víctimas del mestizo y del patrón que todo lo atropella. En esta novela 
ya aparecen los lugares comunes que estarán presentes en las siguientes 
obras de la tendencia: la vida en los latifundios, la alianza de las instituciones 
con el explotador, la aniquilación de las contadas rebeliones del indio, etc. 
Huasipungo (1934) de Jorge Icaza e Icaza e Icaza (ecuat.), presenta la relación entre el 
hombre blanco, propietario de la tierra, y el indio que la trabaja y sobre la que 
se siente con algunos derechos. Es un alegato en defensa del levantamiento 
indio con imágenes duras y episodios narrados con un lenguaje directo y 
descarnado que pretende sacudir al lector, y que consigue elevar la narración 
hasta un tono épico, por encima de sus rasgos melodramáticos y folletinescos. 
 Semejantes, pero mucho más complejas, son las novelas de Ciro Alegría Ciro Alegría Ciro Alegría (per.) 
sobre todo en El mundo es ancho y ajeno (1941), donde se muestra la peculiar 
psicología del indio expulsado de su tierra y su civilización, para el que todo es 
ya un mundo extraño. Narra la resistencia heroica de la comunidad indígena de 
Rumi ante la injusta expropiación de tierras por un hacendado a quien apoya el 
gobierno. Junto al propósito de denuncia hay en la obra una evidente 
preocupación artística y constructiva que ya revela una depuración del 
realismo. Además de la denuncia social y la defensa de los derechos de los 
indios a la propiedad de la tierra, hay también un intento de penetrar en las 
creencias del indio, sin considerarlas ahora meras supersticiones, con lo que se 
da entrada en la narrativa a un mundo mágico y maravilloso que resultará clave 
en la evolución posterior de la novela hispanoamericana. Más simbólica, pero 
con un tema semejante es Los perros hambrientos. 
Ya en la segunda mitad del siglo, José Mª Arguedas José Mª Arguedas José Mª Arguedas escribe tres novelas 
indigenistas: Yawar fiesta, Todas las sangres y Los ríos profundos, donde el 
acontecer colectivo de mundo indio sirve de trasfondo al microuniverso de un 
internado del Cuzco para hijos de familias acomodadas. 
Esta literatura social tendrá un fuerte influjo en la narrativa posterior de Miguel 
Ángel Asturias, Rulfo, Carpentier (que ya había hecho una novela indigenista 
en 1933: ¡Ecué-Yamba-Ó!), Arguedas o Fuentes. 

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