jueves, 7 de mayo de 2015

Federico García Lorca

Federico García Lorca

(Fuente Vaqueros, España, 1898 - Víznar, id., 1936) Poeta y dramaturgo español. Los primeros años de la infancia de Federico García Lorca transcurrieron en el ambiente rural de su pequeño pueblo granadino, para después ir a estudiar a un colegio de Almería.
Continuó sus estudios superiores en la Universidad de Granada: estudió filosofía y letras y se licenció en derecho. En la universidad hizo amistad con Manuel de Falla, quien ejerció una gran influencia en él, transmitiéndole su amor por el folclore y lo popular.

Federico García Lorca a los 18 años
A partir de 1919, se instaló en Madrid, en la Residencia de Estudiantes, donde conoció a Juan Ramón Jiménez y a Machado, y trabó amistad con poetas de su generación y artistas como Buñuel o Dalí. En este ambiente, Lorca se dedicó con pasión no sólo a la poesía, sino también a la música y el dibujo, y empezó a interesarse por el teatro. Sin embargo, su primera pieza teatral, El maleficio de la mariposa, fue un fracaso.
En 1921 publicó su primera obra en verso, Libro de poemas, con la cual, a pesar de acusar las influencias románticas y modernistas, consiguió llamar la atención. Sin embargo, el reconocimiento y el éxito literario de Federico García Lorca llegó con la publicación, en 1927, de Canciones y, sobre todo, con las aplaudidas y continuadas representaciones en Madrid de Mariana Pineda, drama patriótico.
Entre 1921 y 1924, al mismo tiempo que trabajaba en Canciones, escribió una obra basada en el folclore andaluz, el Poema del cante jondo (publicado en 1931), un libro ya más unitario y madurado, con el que experimenta por primera vez lo que será un rasgo característico de su poética: la identificación con lo popular y su posterior estilización culta, y que llevó a su plena madurez con el Romancero gitano(1928), que obtuvo un éxito inmediato. En él se funden lo popular y lo culto para cantar al pueblo perseguido de los gitanos, personajes marginales marcados por un trágico destino. Formalmente, Lorca consiguió un lenguaje personal, inconfundible, que reside en la asimilación de elementos y formas populares combinados con audaces metáforas, y con una estilización propia de las formas de poesía pura con que se etiquetó a su generación.
Tras este éxito, Lorca viajó a Nueva York, ciudad en la que residió como becario durante el curso 1929-1930. Las impresiones que la ciudad imprimió en su ánimo se materializaron en Poeta en Nueva York (publicada póstumamente en 1940), un canto angustiante, con ecos de denuncia social, contra la civilización urbana y mecanizada de hoy. Las formas tradicionales y populares de sus anteriores obras dejan paso en esta otra a visiones apocalípticas, hechas de imágenes ilógicas y oníricas, que entroncan con la corriente surrealista francesa, aunque siempre dentro de la poética personal de Lorca.
De nuevo en España, en 1932 Federico García Lorca fue nombrado director de La Barraca, compañía de teatro universitario que se proponía llevar a los pueblos de Castilla el teatro clásico del Siglo de Oro. Su interés por el teatro, tanto en su vertiente creativa como de difusión, responde a una progresiva evolución hacia lo colectivo y un afán por llegar de la forma más directa posible al pueblo. Así, los últimos años de su vida los consagró al teatro, a excepción de dos libros de poesía:Diván del Tamarit, conjunto de poemas inspirados en la poesía arabigoandaluza, y elLlanto por Ignacio Sánchez Mejías (1936), hermosa elegía dedicada a su amigo torero, donde combina el tono popular con imágenes de filiación surrealista.

Federico García Lorca con la actriz Margarita Xirgu y 
Cipriano Rivas en la presentación de Yerma (1934)
Las últimas obras de Federico García Lorca son piezas teatrales. Yerma (1934) es una verdadera tragedia al modo clásico, incluido el coro de lavanderas, con su corifeo que dialoga con la protagonista comentando la acción. Parecido es el asunto en Bodas de Sangre (1933), donde un suceso real inspiró el drama de una novia que huye tras su boda con un antiguo novio (Leonardo). La huida, llena de premoniciones, en la que la propia muerte aparece como personaje, presagia un final al que se viene aludiendo desde la primera escena y en el que ambos hombres se matarán, segando así la posibilidad de continuidad de la estirpe por ambas ramas y renovando la muerte del padre del novio a manos de la familia de Leonardo. De esta manera, la pasión y la autobúsqueda concluyen con la destrucción de todo el orden establecido.
Entre toda ellas destaca La Casa de Bernarda Alba (1936), donde la pasión por la vida de la joven Adela, encerrada en su casa junto con sus hermanas a causa del luto de su padre y oprimida bajo el yugo de una madre tiránica, se rebelará sin temor a las últimas consecuencias. De esta manera, su pasión por la vida se estrellará contra el muro de incomprensión de su familia concluyendo todo con su eliminación. Junto con la figura de la protagonista, destaca la serie de retratos femeninos que realiza el autor, desde la propia Bernarda hasta la vieja criada confidente de todas (La Poncia), la hermana amargada y envidiosa (Martirio) o la abuela enloquecida que se opone a la tiranía de Bernarda.
La casa de Bernarda Alba, considerada su obra maestra, fue también la última, ya que ese mismo año, al estallar la guerra civil, fue detenido por las fuerzas franquistas y fusilado diez días más tarde, bajo acusaciones poco claras que señalaban hacia su papel de poeta, librepensador y personaje susceptible de alterar el «orden social».

Final de La casa de Bernarda Alba 
en el manuscrito autógrafo de Lorca

Ramón del Valle-Inclán

Ramón del Valle-Inclán

(Villanueva de Arosa, 1869 - Santiago de Compostela, 1935) Narrador y dramaturgo español, cuyo verdadero nombre era Ramón Valle Peña. La muerte de su padre le permitió interrumpir sus estudios de derecho, por los que no sentía ningún interés, y marcharse a México, donde pasó casi un año ejerciendo como periodista y firmando por primera vez sus escritos como Ramón del Valle-Inclán.

Ramón del Valle-Inclán
De vuelta a España, se instaló en Pontevedra; publicó diversos cuentos y editó su primer libro, Femeninas (1895) que pasó inadvertido para la crítica y el público. Viajó a Madrid, donde entabló amistad con jóvenes escritores como Azorín, Pío Baroja y Jacinto Benavente y se aficionó a las tertulias de café, que no abandonó ya a lo largo de su vida. Decidió dedicarse exclusivamente a la literatura y se negó a escribir para la prensa porque quería salvaguardar su independencia y su estilo, a pesar de que esta decisión lo obligó a una vida bohemia y de penurias.
Tuvo que costearse la edición de su segundo libro, Epitalamio (1897), y por esa época se inició su interés por el teatro. Una folletinesca pelea con el escritor Manuel Bueno le ocasionó la amputación de su brazo izquierdo. Con el propósito de recaudar dinero para costearle un brazo ortopédico que el escritor nunca utilizó, sus amigos representaron su primera obra teatral, Cenizas, que fue su primer fracaso de público, una constante en su futura carrera dramática.
En 1907, Valle-Inclán se casó con la actriz Josefina Blanco y, entre 1909 y 1911, se adhirió al carlismo, ideología tradicionalista que atrajo al autor por su oposición a la sociedad industrial, al sistema parlamentario y al centralismo político. En 1910, su esposa inició una gira por Latinoamérica en la que él la acompañó como director artístico. Durante el viaje, la compañía teatral de María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza contrató a Josefina Blanco y, de vuelta a España, estrenó dos obras de Valle-Inclán, Voces de gesta (1911) en Barcelona y La marquesa Rosalinda (1912) en Madrid.
A pesar de sus fracasos teatrales, hacia 1916 ya se le consideraba un escritor de prestigio y una autoridad en pintura y estética, por lo que el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes lo nombró titular de una nueva cátedra de estética en la Academia de San Fernando en Madrid. Esto supuso un alivio para su crónica escasez de dinero, pero, por problemas burocráticos y la propia incompatibilidad del escritor con la vida académica, abandonó muy pronto el cargo. Invitado a París por un amigo francés (en 1915 se había declarado partidario de los aliados, lo que lo llevó a la ruptura con los carlistas), pasó un par de meses visitando las trincheras francesas, experiencia que describió en La media noche. Visión estelar de un momento de guerra (1917).
La década de los veinte significó su consagración definitiva como escritor y un replanteamiento ideológico que lo acercó al anarquismo. Cuando, en abril de 1931, se proclamó la segunda república, el escritor la apoyó con entusiasmo y al año siguiente fue nombrado Conservador General del Patrimonio Artístico por Manuel Azaña, cargo del que dimitió en 1932 para dirigir el Ateneo de Madrid.
En 1933, fue nombrado Director de la Academia Española de Bellas Artes en Roma, ciudad en la que vivió un año. Enfermo, regresó a España y fue ingresado en una clínica en Santiago de Compostela donde murió después de manifestar su hostilidad hacia un gobierno de derechas.
La obra de Valle-Inclán
Su producción literaria es muy amplia y compleja, porque si bien tocó casi todos los géneros, nunca se ciñó a sus normas, y rechazó la novela y el teatro tradicionales. Estéticamente siguió dos líneas: una, poética y estilizada, influida por el simbolismo y el decadentismo, que lo inscribió entre los modernistas; la otra es la del esperpento (que predominó en la segunda mitad de su obra), con una visión amarga y distorsionada de la realidad, que lo convierte, en palabras de Pedro Salinas, en "hijo pródigo del 98".
Entre 1902 y 1905, publicó las Sonatas, su primera gran obra de narrativa y la mayor aportación española al modernismo. La unidad de estas cuatro novelas recae en el personaje del Marqués de Bradomín, una irónica recreación de la figura de don Juan, convertido en "feo, católico y sentimental". En Flor de santidad (1904), que sigue en la misma línea estética, aparece por primera vez un tema en el que abundó a lo largo de su carrera: la recreación mítica de una Galicia rural, arcaica y legendaria.
En sus tres novelas de la guerra carlista, Los cruzados de la causa (1908), El resplandor de la hoguera (1909) y Gerifaltes de antaño (1909), su estilo se simplificó al despojarse de los adornos modernistas. Por su profundización en los sentimientos individuales y colectivos, la trilogía anticipó sus mejores obras posteriores. Tirano Banderas (1926) es su novela más innovadora y se puede considerar como el primer exponente del esperpento valleinclanesco. Su argumento es la crónica de un dictador hispanoamericano, analizado como la fatal herencia que España transmitió a América. No hay linealidad temporal, sino una serie de cuadros que dan una visión simultánea de los acontecimientos que acaecen en tres días.
Su obra narrativa se completó con El ruedo ibérico, un ciclo novelesco cuyo objetivo era abarcar, en forma de novela, la historia de España desde la caída de Isabel II hasta la ascensión al trono de Alfonso XII. La muerte truncó este ambicioso proyecto, del que sólo vieron la luz La corte de los milagros (1927), Viva mi dueño(1928) y la incompleta Baza de espadas (1932). También aquí rompió la sucesión temporal y la narración se asentó en cuadros, a veces muy breves, discontinuos e independientes, cuya única conexión es el contexto histórico. El lenguaje, proveniente del mundo de los toros y el teatro, con diversos registros idiomáticos que van desde lo refinado a lo chabacano, acentuó lo grotesco de la realidad que describió.
El teatro
La obra dramática de Valle-Inclán es probablemente la más original y revolucionaria de todo el teatro español del siglo XX, al romper las convenciones del género. En palabras de su autor: "Yo escribo en forma escénica, dialogada, casi siempre. Pero no me preocupa que las obras puedan ser o no representadas más adelante. Escribo de esta manera porque me gusta mucho, porque me parece que es la forma literaria mejor, más serena y más impasible de conducir la acción". Se inició con Cenizas(1899) y El marqués de Bradomín (1906), adaptaciones de dos de sus relatos. Todavía inscritas en el estilo decimonónico teatral, manifestaron sin embargo rasgos muy personales, como el gusto por el tema de la muerte, el pecado y la mujer, y la importancia de lo plástico en las acotaciones escénicas.

Representación de Romance de lobos
Las Comedias bárbaras, una trilogía compuesta por Águila de Blasón (1907),Romance de lobos (1908) y Cara de plata (1922), constituyeron la primera gran realización dramática valleinclanesca. En abierta ruptura con el teatro de la época tienen como tema una Galicia feudal y mágica cuyo desmoronamiento se simbolizó en la degeneración del linaje de los Montenegro. Retomó la mítica gallega con El embrujado (1913) y Divinas palabras (1920), y utilizó como protagonistas a personajes populares y marginados. Sus obras más abiertamente modernistas sonCuento de abril (1909), Voces de gesta (1912) y La marquesa Rosalinda (1913), aunque en ellas hay elementos que presagian el cambio de su teatro, como la visión irónica y casi esperpéntica de una España ruda y provinciana que contrasta con la cosmopolita y refinada Francia.
Valle-Inclán dio el nombre de esperpentos a cuatro obras: Luces de bohemia(1920), Los cuernos de don Friolera (1921), Las galas del difunto (1926) y La hija del capitán (1927), estas tres últimas agrupadas en el volumen Martes de carnaval(1930). El autor puso en boca del protagonista de Luces de bohemia, Max Estrella, la explicación a la necesidad de crear un nuevo género escénico: la tragedia clásica no podía reflejar la realidad española, porque ésta se había convertido en "una deformación grotesca de la civilización europea". El esperpento fue, pues, para Valle-Inclán una moderna concepción de la tragedia.

Tendencias teatrales desde finales del siglo XIX hasta 1940

1.- INTRODUCCIÓN: Tendencias en el teatro europeo de la época
A comienzos del siglo XX predomina la tendencia teatral realista y naturalista, continuación de la Alta Comedia burguesa triunfadora en la segunda mitad del siglo XIX. Se trata de la forma más comercial del teatro, cuya intención es reflejar exactamente los ambientes y los caracteres de la realidad. Esta tendencia, cuyo teórico más destacado fue Stanislavski (con sus teorías sobre el teatro sin artificiosidad y el realismo psicológico ), se basa en los siguientes postulados:
Los decorados deben proporcionar al espectador la ilusión de realidad
El actor ha de vivir el personaje como si fuera auténtico, como si fuera la misma persona
Debe conseguirse que el espectador olvide que está en el teatro.
Aunque este tipo de teatro, de éxito asegurado, se sigue representando a lo largo del siglo XX, durante las primeras décadas de este siglo se va a ir produciendo una constante renovación de las tendencias escénicas, debido sobre todo a las siguientes causas:
-Aplicación a los montajes teatrales de diferentes avances técnicos.
- Influencia del cine. En su origen, el cine se ve muy influido por el teatro, hasta el punto de que en muchos casos las películas se redujeron a la filmación de obras de teatro (es lo que en Francia se llamó “Cinema Qualité”), pero muy pronto el proceso se invertirá, de manera que comenzarán a emplearse en los montajes teatrales técnicas provenientes del cine (juegos de luces, sonidos, etc.). Además, el cine -que irá progresivamente robándole terreno al teatro hasta hacerle entrar en una auténtica crisis de espectadores- se va a reservar el punto de vista más “realista y naturalista”, de forma que el teatro intentará buscar otros contenidos y formas de expresión.
- Importancia que va a adquirir en el teatro contemporáneo el director de escena que, en muchos casos, acabará imponiendo sus ideas a actores y autores.
En este contexto aparecerán, pues, diferentes tendencias teatrales renovadoras en el primer tercio del siglo XX, entre las que destacan el teatro simbolista, el teatro expresionista, el “teatro épico” de Brecht, el “teatro de la crueldad” de Artaud y la impronta de otras grandes figuras del teatro europeo como Pirandello y Bernard Shaw.
1.1.- Teatro simbolista
Pretende crear atmósferas poéticas, sugerir misterios, expresar lo que la realidad esconde tras su apariencia. Destacados representantes de esta tendencia en Europa son el belga Maeterlink (con obras como Mona Vanna El pájaro azul ) y el ruso Meyerhold, para quien las zonas oscuras son la oportunidad para que el espectador se transforme en creador, con su imaginación, al completar el sentido que el actor no debe terminar de cerrar ; surge así la idea de la Convención Consciente, como posibilidad de una dramaturgia antinaturalista y de tendencia simbolista.
En España se aprecia esta corriente en el teatro de los autores del 98 (Unamuno y Jacinto Grau fundamentalmente) y también en algunas obras de autores del 27, como Alberti y García Lorca.
1.2.- Teatro expresionista
Explora los aspectos más violentos y grotescos de la mente humana, creando un mundo de pesadilla sobre el escenario. Desde un punto de vista escénico, el expresionismo se caracteriza por la distorsión, la exageración y por un uso sugerente de la luz y la sombra. El movimiento expresionista tuvo su apogeo en las dos primeras décadas del siglo XX, principalmente en Alemania, con autores como Georg Kaiser, Ernst Toller y Max Reinhardt. En España Valle-Inclán se acercó a esta corriente, sobre todo a través de sus esperpentos .
1.3.- Brecht y el Teatro épico
Muchos autores de este siglo XX se plantearán el empleo del teatro como un medio para transformar la sociedad, para expresar una concepción dialéctica de la vida y el mundo. Esta forma de entender el teatro también va a suponer una ruptura con el teatro naturalista que, ideológicamente, tiende a ser conservador. Autores como el alemán E. Piscator desarrollan esta tendencia de teatro político, cuyo objetivo principal, más que la calidad artística del espectáculo, es denunciar las situaciones de miseria o injusticia.
En esta misma línea, adquiere una especial importancia la obra de Bertolt Brecht (Augsburgo, 1898 – Berlín, 1956), cuyo tratamiento original y distanciado de los temas sociales y de los experimentos revolucionarios ha influido enormemente en la creación y en la producción teatrales modernas. Durante el periodo inicial de su carrera, Brecht desarrolló una técnica dramática conocida comoteatro épico. Rechazando los métodos del teatro realista tradicional, prefería una forma narrativa más libre que redujera la respuesta emocional del público y le obligara a la reflexión y el distanciamiento.
Para conseguir ese distanciamiento entre el público y la obra representada, Brecht se valdrá de algunos recursos escénicos, como contar de antemano lo que va a suceder, para que el espectador no se deje llevar por la intriga del argumento; romper la acción mediante canciones, en cuyas letras se invita al público a reflexionar sobre algunos de los aspectos tratados en la obra; hacer aparecer en escena carteles que inviten a la reflexión o que sirvan para subrayar algunas de las ideas vertidas por boca de los actores; el empleo de máscaras, con las que se trata de dificultar la identificación de espectador y personaje; etc. Con ello se introducen en la escena diferentes formas de interrupción de la continuidad del argumento -la narración deja de ser lineal, al estilo de los montajes cinematográficos- que provocan la sorpresa y la conmoción del espectador, llamando su atención constantemente sobre las posibilidades reales y concretas de transformación de la vida tal y como le es impuesta (ver RECUADRO).
En el contenido de las obras de Bertold Brecht destacarán una serie de elementos temáticos, como son:
- Reflejo de la condición del ser humano en medio de las contradicciones sociales
- La sociedad y la vida se van a definir por una lucha constante, lucha que, en última instancia, se producirá entre el bien y el mal
- El mundo siempre aparecerá dominado por el dinero y por la explotación de los más débiles.
- Los protagonistas de sus obras no van a ser héroes perfectos sino seres contradictorios o incluso negativos
- Sus obras van a adoptar forma de parábolas que encierran un sentido crítico. La “moraleja” nunca va a ser evidente ni directa sino que debe ser extraída por el espectador, deduciéndola de la actuación de los personajes.

En España fue escasa la consolidación de una burguesía realmente influyente, debido al enfrentamiento entre sectores conservadores y progresistas que marcó el devenir político del país durante el último cuarto del siglo XIX: tras la Revolución de 1868, Isabel II fue expulsada de España y, tras el reinado de Amadeo de Saboya, se terminó proclamando la I República en 1873, sólo para ver cómo se restauraba la monarquía borbónica en la persona de Alfonso XII en 1875, amparado por un parlamento bipartidista en el que los partidos conservador y liberal simplemente se turnaban, repartiéndose las legislaturas. Este sistema tan sólo acentuó los conflictos internos e impidió avances consistentes, dando lugar a la insatisfacción de una pequeña burguesía que, hacia final de siglo, demandará nuevas soluciones para el estado del país. Con estos mimbres, no es extraño que el progreso industrializador fuera más lento que en otros países. 

jueves, 15 de enero de 2015

Renovacion narrativa de los 40 a los 60

El realismo mágico. Esta corriente aparece a lo largo de los años 40, y se la llama también de “lo real maravilloso”. Parte de la
peculiar realidad hispanoamericana, con una naturaleza de proporciones desmesuradas, todavía no dominada por el racionalismo
occidental. Se caracteriza por combinar el realismo con elementos fantásticos o sobrenaturales propios de esa realidad, así como
por incluir ambientes urbanos, antes apenas tratados, y dar cabida a problemas existenciales. Del mismo modo que hechos
inverosímiles son introducidos con naturalidad en lo cotidiano, algunos hechos verosímiles se presentan como insólitos o
increíbles.
Aparecen como constantes algunos temas como la búsqueda de la identidad (individual y colectiva), la figura del dictador o
tirano (que ha marcado la historia del continente y que se suele presentar con tintes ridículos), la concepción circular o cíclica del
tiempo, o la reflexión sobre la propia creación literaria.
En cuanto a la forma, estos autores constituyen la primera generación que acomete la renovación formal del género, en técnicas y
en lenguaje. Cuatro grandes nombres son:
Miguel Ángel Asturias (guatemalteco, 1899-1974)). Su novela más conocida es El señor presidente, una importante “novela de
dictador”. Expresionista y barroca. El presidente adquiere rasgos demoníacos, en consonancia con el mundo en el que convergen
la concepción cristiana y el universo mítico maya.
Alejo Carpentier (cubano, 1904-1980). Se caracteriza por su riqueza lingüística. Los hechos históricos se presentan desde las
vivencias de los individuos. Sus principales novelas se ambientan en las Antillas en los siglos XVIII y XIX, con la esclavitud
como problema de fondo. En el prólogo de El reino de este mundo (1949), el autor explica su teoría sobre “lo real maravilloso”:
el escritor no tiene necesidad de crear mundos mágicos, ya que la propia realidad hispanoamericana es mágica, maravillosa, llena
de excesos y contrastes.
Juan Rulfo (mexicano, 1918-1986). Su novela corta Pedro Páramo publicada en 1955, ofrece novedades técnicas como la
estructura fragmentaria, desorden temporal, complejidad de planos narrativos e interrelación de historias. La narración gira
alrededor de un personaje, Pedro Páramo, muerto ya en el tiempo del relato. Mediante la alternancia de planos narrativos se logra
crear un mundo en que se confunden lo real y lo fantástico.
Jorge Luis Borges (argentino, 1899-1986). Escribió cuentos, recogidos en volúmenes como Ficciones (1944) y El Aleph (1949).
Son ejercicios de imaginación que plantean problemas metafísicos como la identidad, la eternidad y el infinito, el mundo como
laberinto o el tiempo como ilusión. Con frecuencia filtra la ficción bajo una apariencia de ensayo, con un estilo frío y preciso
pero cargado de sugerencias.

Literatura modernista hispanoamericana del Siglo XX

1. LA NOVELA HASTA 1940 
 A comienzos del siglo XX se perciben en la narrativa la huella del 
Modernismo y después el progresivo desvío del mismo y la tendencia, también 
presente en la poesía, a un rechazo del cosmopolitismo, a una búsqueda de lo 
peculiar americano y a una mayor sencillez estilística. 
 La prosa modernista La prosa modernista La prosa modernista se manifiesta sobre todo en el cuento, que se venía 
cultivando desde el premodernismo (Martí, Gutiérrez Nájera, Silva). Rubén 
Darío es autor de varios libros en prosa y de valiosos cuentos de tema 
fantástico con sabor modernista. La atracción por lo decadente y el gusto por 
un estilo preciosista se advierten en los relatos de numerosos escritores 
hispanoamericanos. 
 Leopoldo Lugones es autor de importantes relatos de carácter fantástico, 
con frecuencia basados en el esoterismo, tan de moda entonces. Los reunió en 
volúmenes como Las fuerzas extrañas (1906). 
 Horacio Quiroga escribe, primero bajo la influencia de Poe, Maupassant 
y Baudelaire, cuentos de tono modernista; después, sin dejar de manifestar 
preocupaciones de tipo modernista (la muerte, el horror, la fatalidad, el 
misterio), sus relatos, que muestran la huella de Kipling, se ambientan en la 
selva americana, que se constituye en asunto central de las narraciones. Tanto 
Lugones como Quiroga muestran en sus narraciones el paso del decadentismo 
cosmopolita del Modernismo a la americanización del mismo con la búsqueda
de la esencia del ser americano en lo criollo o en las fuerzas telúricas de la 
Naturaleza americana. La salida del Modernismo en la narrativa 
hispanoamericana se produce, pues, de modo paulatino y conduce a lo que se 
llama novela de la tierra o de la naturaleza. Por otro lado, las convulsiones 
sociales que sacuden América Latina en los años diez y veinte dan también por 
resultado el abandono de la prosa de temas fantásticos o imaginarios, para 
ceder su lugar a una narrativa de carácter social que, o bien se centra en los 
avatares históricos concretos, caso de la novela de la Revolución mexicana, o 
bien, en la novela indigenista, denuncia la situación de marginación de los 
indios en la sociedad criolla poscolonial. 
La novela americana se caracteriza, pues, hasta 1940-45 por una estética 
claramente arcaizante para el período. No hay en principio renovación formal: 
Sus técnicas son básicamente realistas, una herencia de la novela del siglo 
XIX, e incluso a veces con residuos del Romanticismo, muy floreciente allí. Los 
únicos intentos de renovación novelesca son más bien tentativas de renovación 
del lenguaje, generalmente por la vía de la incorporación de elementos 
lingüísticos modernistas, pero sin que se alteren los modos típicos de la 
narración realista: investigación documental, fidelidad a los detalles 
ambientales, cronología lineal, creación de personajes, etc. 
Sí se produce, como ya hemos dicho, una renovación temática, que adapta 
la novela a las realidades más acuciantes y más originales de la realidad 
americana del momento. Se trata, en definitiva, de un realismo muy particular: 
por su naturalismo, por sus resabios de romanticismo (sobre todo en el 
lenguaje) y, fundamentalmente, por sus ingredientes temáticos, cuyo 
denominador común es la presentación de la peculiaridad americana. Esta 
presentación se hará, además, a través del mito y de la leyenda. 
Los temas de la novela realista suelen estar todos presentes en la mayoría 
de las novelas, aunque siempre predomina uno sobre los demás. Muy 
esquemáticamente podríamos distinguir: 
a) La naturaleza, y más concretamente el intento del h La naturaleza ombre de dominar la 
todopoderosa Naturaleza americana, es el tema central de la novela de 
la tierra. Muy relacionados con este tema están la novela de la selva y la 
novela regionalista, que presenta las peculiaridades de cada zona. 
Dentro de la regionalista destaca la novela del gaucho. 
b) Los problemas políticos, sobre todo la inestabilida Los problemas políticos d y los dictadores. La 
tendencia más importante es la revolución mejicana. 
c) Los problemas sociales. Se reflejan las desigualdad Los problemas sociales es producidas por 
una oligarquía asociada a los intereses de las grandes potencias 
extranjeras. Los indios y mestizos aparecen como peones de las 
haciendas o como obreros de las omnipotentes compañías bananeras o 
caucheras. La tendencia donde predomina este tema es en la novela 
indigenista. 
La novela de la selva. Se centra en la descripción de las fuerzas telúricas de 
una naturaleza aún indómita, que con frecuencia aparece como destructora 
para el hombre. Todas estas obras reproducen el conflicto entre civilización y 
barbarie recurrente en la literatura hispanoamericana
mediados del siglo anterior de Civilización y barbarie. Vida de Juan Facundo 
Quiroga, del romántico argentino Domingo Faustino Sarmiento. Era el 
enfrentamiento entre progreso y tradición, entre la burguesía liberal y los 
terratenientes rurales. 

La Vorágine (1924) de José Eustasio Rivera (colomb.) es una impresionante 
descripción de la selva devoradora en un estilo que debe mucho al 
modernismo. En ella se reconstruye el infierno de las plantaciones de caucho 
en la selva amazónica, con lo que también trata el tema social/indigenista. El 
acontecimiento inicial de la historia es la fuga de Alicia, contra la voluntad de 
sus padres, con el joven poeta Arturo Cova. Es raptada y el poeta la busca en 
la naturaleza desbordada de la selva. La alegoría de la selva y su poder infernal 
ocupa tanto o más espacio narrativo que la denuncia social. Los personajes son 
víctimas de una naturaleza más implacable que la sociedad humana. El tono 
del libro es exaltadamente poético. 
Doña Bárbara (1929), de Rómulo Gallegos (venez.) tiene como centro un 
personaje femenino que representa la violencia del mundo virgen americano. 
Detrás de una historia convencional (la disputa por unas tierras entre doña 
Bárbara y Santos Luzardo) la alegoría descubre una lucha mítica entre la 
civilización (la santidad y la luz del antagonista) y la barbarie. La tesis no era 
nueva, pero Gallegos la refleja con una intensidad narrativa que supera las 
debilidades de la trama. Cuando apareció era al tiempo una novela actual 
(ilustraba el problema del latifundio y el caudillaje), novedosa (por buscar en el 
mito y la leyenda sus raíces) y remota, por alegorizar el conflicto en términos 
cercanos a las grandes máquinas alegóricas de la Edad Media. 
En Canal muestra la potencia telúrica de la selva del Orinoco. 
La serpiente de oro, de Ciro Alegría, tiene como tema el río Marañón, que con 
su riqueza inagotable, sus antecedentes míticos y su fuerza amenazadora, es 
para los balseros el símbolo y el centro de su existencia, un mundo donde la 
naturaleza se transforma en destino. 
La novela gauchesca La novela gauchesca. Su origen está en la abundante poesía escrita sobre 
este tema en el XIX, cuya obra cumbre había sido el Martín Fierro de José 
Hernández. 
Ricardo Güiraldes escribe la obra principal de esta Ricardo Güiraldes tendencia: Don Segundo 
Sombra (1926), obra que plasma desde el título su condición alegórica. 
Describe un aprendizaje y un rito de iniciación: el joven Fabio, hijo bastardo del 
patrón, aprende a ser hombre por consejo y ejemplo del gaucho viejo y sabio, 
don Segundo, que en realidad es prototipo idealizado de una especie extinta. 
La estructura no es completamente lineal, y al final de la historia el lector 
descubre que toda ella ha sido evocación de Fabio Cáceres, cuyo presente no 
tiene nada que ver con el pasado relatado como una rememoración nostálgica 
de una realidad desaparecida. Es una narrativa lírica deudora de las estéticas 
vanguardistas. De hecho, los jóvenes ultraístas (con Borges a la cabeza) 
admiraron el libro y consagraron a su autor. 
Benito Lynch escribe Benito Lynch Los caranchos de Florida y El inglés de los güesos (1924), 
obra maestra de la literatura argentina que narra la pasión primitiva e ingenua 
de una muchacha india por un arqueólogo inglés. 
La novela política recoge los problemas políticos (y revolucionarios) de una 
zona en constante inquietud. Destaca la aparición de dos metagéneros: la 
novela de la revolución mexicana y la novela de dictador. La novela de la novela de la 
revolución mexicana, producirá lo mejor de este apa revolución mexicana rtado, muchas veces a 
cargo de escritores no profesionales que narran solo su experiencia propia 
durante la inacabable y conflictiva revolución de México. Las más interesantes, 
Los de abajo, de Mariano Azuela, y más técnicas: El águila y la serpiente y La 
sombra del caudillo, ambas de Luis Martín Guzmán. 
Mariano Azuela introduce el tema de la revolución mejicana en la literatura. Su 
obra mayor, y la más importante de la tendencia, es Los de abajo (1916). La 
estructura mítica de la aventura del héroe (aquí Demetrio Macías, un campesino 
analfabeto que acaba autonombrándose general, con lo que empieza su 
decadencia) ensambla el conjunto de cuadros y episodios verosímiles de la 
historia contemporánea de Méjico. El estilo es sobrio, a ratos áspero y seco, 
muchas veces lacónico, y tiene su origen en la concisión expresiva de la lengua 
propia del reportaje periodístico. 
Martín Luis Guzmán, seguidor de Pancho Villa, escribió sus dos novelas más 
importantes durante su exilio en España: El águila y la serpiente (1928) y La 
sombra del caudillo (1929). 
El ciclo novelístico de la Revolución se prolonga hasta los años cincuenta con 
la obra narrativa de Juan Rulfo, e incluso más tarde con novelas de Carlos 
Fuentes y otros escritores mexicanos. 
La novela de dictador novela de dictador novela de dictador, que no se desarrolla hasta unos años más tarde, tiene 
su precedente más claro en La sombra del caudillo de Martín Luis Guzmán. 
Condensa literaria y anecdóticamente dos momentos políticos de las 
posrevolución y refleja la fascinación por la acumulación de poder, además de 
la frialdad con que se decretaron ciertos magnicidios. El general Ignacio 
Aguirre se rebela contra la decisión del caudillo en el poder de imponer a su 
ministro de gobernación como candidato a la presidencia; la contienda toma 
carices violentos, el general sublevado decide lanzarse a la contienda electoral, 
y con el fin de prevenir una rebelión, Aguirre y sus partidarios son traicionados y 
asesinados por militares al pie de una carretera, sobreviviendo únicamente el 
diputado Axkana, testigo de los hechos. Esta obra es una de las más 
destacadas de la escuela conocida como Novela de la Revolución, e inaugura 
en México la veta de la novela política. La prosa de Martín Luis Guzmán se ha 
calificado como una de las mejores de México. Los arquetipos del general, el 
ministro de gobernación y el diputado anticipan los personajes dictadores de 
novelas posteriores (El otoño del patriarca, Yo, el supremo, el señor Presidente, 
El discurso del método, etc.)
 La novela regionalista regionalista muestra la estructura social basada en una 
oligarquía terrateniente que a su vez se apoya en las fuerzas extranjeras para 
proceder a una explotación intensiva de la tierra y de los grupos sociales 
inferiores, en muchos casos indios, que son alternativamente explotados o 
despojados y expulsados de su tierra natal o a veces simplemente sometidos al 
genocidio. Aparece así el subgénero característico del período, la novela la novela 
indigenista en la que la mezcla de preocupaciones s indigenista ociales se mezcla a la 
búsqueda de las raíces indígenas y a la denuncia de sus problemas. 
El proceso empieza a fines del XIX con Aves sin nido de Clorinda Mato de 
Turner, y prosigue sobre todo con Raza de Bronce (1919) de Alcides Arguedas Alcides Arguedas Alcides Arguedas 
(bolv.), documento social de los indios del yermo, que no son seres inocentes, 
pero sí víctimas del mestizo y del patrón que todo lo atropella. En esta novela 
ya aparecen los lugares comunes que estarán presentes en las siguientes 
obras de la tendencia: la vida en los latifundios, la alianza de las instituciones 
con el explotador, la aniquilación de las contadas rebeliones del indio, etc. 
Huasipungo (1934) de Jorge Icaza e Icaza e Icaza (ecuat.), presenta la relación entre el 
hombre blanco, propietario de la tierra, y el indio que la trabaja y sobre la que 
se siente con algunos derechos. Es un alegato en defensa del levantamiento 
indio con imágenes duras y episodios narrados con un lenguaje directo y 
descarnado que pretende sacudir al lector, y que consigue elevar la narración 
hasta un tono épico, por encima de sus rasgos melodramáticos y folletinescos. 
 Semejantes, pero mucho más complejas, son las novelas de Ciro Alegría Ciro Alegría Ciro Alegría (per.) 
sobre todo en El mundo es ancho y ajeno (1941), donde se muestra la peculiar 
psicología del indio expulsado de su tierra y su civilización, para el que todo es 
ya un mundo extraño. Narra la resistencia heroica de la comunidad indígena de 
Rumi ante la injusta expropiación de tierras por un hacendado a quien apoya el 
gobierno. Junto al propósito de denuncia hay en la obra una evidente 
preocupación artística y constructiva que ya revela una depuración del 
realismo. Además de la denuncia social y la defensa de los derechos de los 
indios a la propiedad de la tierra, hay también un intento de penetrar en las 
creencias del indio, sin considerarlas ahora meras supersticiones, con lo que se 
da entrada en la narrativa a un mundo mágico y maravilloso que resultará clave 
en la evolución posterior de la novela hispanoamericana. Más simbólica, pero 
con un tema semejante es Los perros hambrientos. 
Ya en la segunda mitad del siglo, José Mª Arguedas José Mª Arguedas José Mª Arguedas escribe tres novelas 
indigenistas: Yawar fiesta, Todas las sangres y Los ríos profundos, donde el 
acontecer colectivo de mundo indio sirve de trasfondo al microuniverso de un 
internado del Cuzco para hijos de familias acomodadas. 
Esta literatura social tendrá un fuerte influjo en la narrativa posterior de Miguel 
Ángel Asturias, Rulfo, Carpentier (que ya había hecho una novela indigenista 
en 1933: ¡Ecué-Yamba-Ó!), Arguedas o Fuentes.